Desaparecida … ¿en combate?

Continúo con mi proceso de aprendizaje, de «golpetazo contra la pared» y «uuufff, continuemos pa’lante». Nadie dijo que sería fácil pero, ¡madre mía! ¡Qué agotador resulta todo!

Un mes y dieciséis días. Y parece que haya pasado una vida entera en ese período tan corto de tiempo. En todos esos días ha habido de todo y de ese todo, ha habido en grandes cantidades.

Estoy aprendiendo mucho, observando el entorno, interactuando con el mundo que me rodea. Me doy cuenta de lo aislada que he estado y de lo mucho que he aprendido de ese aislamiento. Siete años (para ocho) que trabajé prácticamente solita en una oficina, para luego pasar a una empresa pequeñita (familiar, pero con bastante personal) en la que se entremezclan muchos carácteres y situaciones de lo más dispares (y disparatadas también). Si algo he aprendido en los casi ocho años que trabajé sola en una oficina es que ahora soy mucho más paciente, y tengo una mente más abierta con los que me rodean. Antes de tomarme a mal un comentario malintencionado (de los que hay sorprendentemente muchos) me sorprende mi actitud de risa ante ellos. Sé que hace diez años me habrían sentado fatal muchas de las situaciones que ahora me causan risa. A veces pienso que no me tomo las cosas todo lo serias que debería tomármelas pero luego pienso que si me las tomara en serio (como los demás) pasaría 8 horas al día, 5 días a la semana muy muy amargada en mi puesto de trabajo. Y eso me lo acabaría llevando a casa. Y no es cuestión… Prefiero continuar con mi actitud de aprender y ver cuánto puedo influir en el entorno que me rodea.

¿Dónde se esconde la felicidad? 

Cada persona es responsable de su propia existencia y del mundo que le rodea. Creamos nuestro propio micro-universo. Evidentemente, el entorno también nos afecta e influye en nosotros. Pero nosotros, al final, somos los que tomamos las riendas de la situación y la manejamos como mejor podemos o como en ese momento nos parece la manera más acertada.

La felicidad se esconde en las pequeñas cositas del día a día. Ahora más que nunca soy consciente de que todo lo que hago, acaba influyendo en los demás. En nosotros está el poder de cambiar las cosas. Una palabra amable, una sonrisa, un elogio, pueden mejorar nuestro entorno un poquito más cada día. Hago que mi pequeño universo sea más agradable para mí y para los que se encuentran en él. Es increíble lo que una palabra amable puede influir en el día de otra persona, así que intento lanzar (y de corazón) tantas palabras amables como puedo. Quizás así el día a día que me rodea en mi trabajo ayude a los demás a tener un día mejor, y quizás luego una semana mejor, y con un poco de suerte, un mes mejor que el anterior. Todo es cuestión de actitud y de pequeños gestos.

Aun así, no siempre es fácil. Hay personas realmente agotadoras. De esas que son auténticos vampiros. De esas que se resisten a la influencia de algo positivo. Por temor a perder el control, quizás. De esas personas son de las sorprendentemente más se puede aprender. Se puede aprender a cómo no acabar tan amargadas como ellas, a cómo no tratar a los demás.

¿No me estaré equivocando?

No hay un momento adecuado para cada cosa: cualquier momento es perfecto para tomar una decisión, para cambiar el rumbo. Todo comienza en el momento justo: ni antes ni después. Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde. Todo depende de si nosotros estamos preparados para emprender ese  nuevo camino. 

Si de algo estoy segura es de que el cambio de trabajo me ha otorgado la claridad de lo que antes no podía (o no me apetecía) ver: lo que realmente quiero hacer en la vida. Me gusta influir positivamente en la gente. ¡Y se me da fenomenal enseñar! Disfruto intensamente de los talleres que imparto.

En las últimas semanas he tenido la oportunidad de re-descubrir lo que significa para mí enseñar, estar a pie del cañón ante una clase de artistas ávidas por emprender junto a mí la aventura de un proyecto creativo. Guiar, apoyar, enseñar a encontrar esa creatividad y ese saber hacer que duerme dentro de todos nosotros … eso es lo que me inspira y a eso me quiero dedicar. Y sabiendo ahora esto, ¡me muero por empezar, por dejarlo todo y lanzarme! Pero con cabeza, poquito a poco y con las cosas muy claras. Ahora mismo sólo hay un poquito de un grandísimo todo, que tengo realmente claro. Pero es un avance. Es un comienzo. ¡Y me siento fenomenal! Siento que estoy recorriendo la senda correcta y para haberla encontrado, he tenido que pasar (y me tocará pasar todavía) por algún que otro mal trago más.

Con todo este rollo que os vengo a «vomitar» en este post quiero decir que, según mi experiencia, pasar por malos momentos, por experiencias realmente jodidillas, puede desembocar en algo realmente bueno para nosotros: podemos encontrar el camino que tanto tiempo llevábamos buscando.

No sé si finalmente tendré la suerte de poder dedicarme sólo a enseñar, a dar talleres y a hacer mis libritos de ArtJournal (y quizás alguno más de scrapbooking). Pero sé una cosa con total seguridad: he descubierto lo que hace que mi corazón lata con más fuerza y más deprisa, y haré lo posible (y lo imposible) para alcanzar mi objetivo. Y mientras tanto … seguiré aprendiendo y practicando la paciencia extrema con los más difíciles (e intratables) carácteres.

Námaste, mis florecillas 🙂